Tendemos a despreciar los dolores que no son físicos, esos que no los puede dictaminar un médico, esos para los que no hay una pastillita mágica, esos que no son fácilmente demostrables. Tendemos a pensar que es imposible y exagerado... el morir de amor, el morir de tristeza, hundirse en la miseria más absoluta e irte a vivir a un infierno que tú mismo has creado porque alguien te ha olvidado o por el contrario, volar y tocar lo que tú entiendes por cielo, a cambio de la sonrisa de alguien a quien amas desesperadamente, pero, es así.
La verdad es que no hay recetas para curar estos dolores. No hay recetas para combatir la tristeza que nos produce la muerte de un amor. No hay forma de saber si la última decisión que has tomado es correcta. Nadie te puede asegurar que todo va a salir bien… Nadie te puede vender los sentimientos que en realidad quisieras comprar, ni a cambio de todo lo que tienes.
La felicidad, me dijo alguien, como mucho se podría alquilar, nadie la tiene en propiedad. Pues no quiero saber nada de la tristeza, quiero vivir de alquiler en la felicidad el resto de mi vida, no quiero tener que comparar y buscar nunca más en el mercadillo de los sentimientos, no quiero saber nada de las lágrimas, si no van a ser de felicidad.
Cada día, que te roba un amor inconcluso, un amor cobarde, saben a un año de vida, porque cuando finalmente decide salir por la puerta, se lo lleva todo…lo mejor de ti, todo aquello que querías dar porque sí, porque estaba dentro de ti y estabas deseando compartirlo.
Se lleva de golpe, tus esperanzas y con ellas, todo el valor que habías reunido para romper con todo y empezar de nuevo, todas las sonrisas que querías regalar, la música que sonaba en tu corazón a todas horas y que lo hacía al compás de su voz, de sus palabras, esas que siempre eran la poesía perfecta para ti, aunque ya estuvieran gastadas y dichas hasta el hartazgo por otros antes que él. Para ti, eran únicas, valiosas, nuevas...
Y por mucho que duela, y seguirá doliendo durante mucho tiempo, no puedo elegir morir de amor…así que me conformaré con vivir, con sobrevivir cada instante, cada día, con los restos que quedan de mi…con esa parte remota dentro de mi corazón, que no visito y a la que aún le queda algo de instinto asesino y mataré, aunque sea poco a poco, lo que queda de ti.
Y nunca recuerdo que te tengo que olvidar… que tenía que haberte olvidado la primera vez que te recordé...la primera vez que te amé.
Me encanta como escribes y como describes.
ResponderEliminarMil besos pa'tí
Gracias Kymy, muchos besos para ti también preciosa.
ResponderEliminarEse dolor que describes es la prueba de que cuentas con un corazón joven.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por el piropo :)
ResponderEliminarAunque parezca mentira, se puede morir de tristeza. Yo lo sé. Lo sé bien. Muchas veces vivir es sobrevivir. Sin autoengaño no podríamos seguir adelante.
ResponderEliminarSaludos, Lisset.
Es que no escarmentamos, nos gusta lo que nos hace sufrir...
ResponderEliminarÓscar, sé bien que lo sabes...¿Cómo se aprende el autoengaño? Necesito aprenderlo y enseñarlo... a su vez. Saludos.
ResponderEliminarAy Ana, no sé yo si nos gusta lo que nos hace sufrir o es que nos aburrimos de ser felices y necesitamos llorar para sentirnos un poco más vivos... no me comprendo a ratos.
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